Al llegar el término del día, el monje "completa" su jornada, tal como la inició: poniéndose a los pies del Señor, ofreciendo sus miserias y sus logros...
Despues de alimentar y descansar su cuerpo, el monje se dirije a la Iglesia, al toque de campana, para rezar Nona y así continuar con la segunda mitad de su jornada.