Como se lee en el libro de Job, la Sabiduría no se encuentra entre los que viven con todo regalo Job 28, 13). Oímos que estaba en Efrata, la encontramos en los bosques silvestres (Sal 131, 6). La oímos como si se tratara de su fama; en Efrata, esto es, en espejo, en imitación de la verdad; pero la encontramos realmente donde está, en los bosques silvestres, en la tierra de los que no viven con regalo, en lo más solitario del desierto, en los escondrijos de los santos.
Son los que habitan corporalmente los bosques de la selva, ellos mismos son bosques, campos llenos y fecundos en medio del mundo, fértiles y buenos en toda clase de bienes, y para domar sus cuerpos se entregan incluso al trabajo corporal, pero con tal actitud espiritual que también maduran sus espíritus. Para renovar los bosques de la selva no se derriban los árboles, sino que se talan y amontonan en el suelo. Si son pocos se llevan a otra parte para quemarlos en cantidad suficiente, y de ese modo se fecunda y enriquece una tierra consumida y estéril.
Lo mismo se aplica a aquellos que escuchan este consejo de la sabiduría: El que cultiva su campo se saciará de pan. Con los trabajos de la penitencia, las exigencias de la santa disciplina y del género de vida talan la selva antigua de sus pecados en la tierra de su corazón y de su cuerpo y no los dejan olvidados, sino amontonados en los campos de la memoria, y no sólo los suyos, sino también los ajenos y los de todo el mundo.
Los queman con el fuego del Espíritu Santo bajado del cielo, y todo lo que ha sido nocivo o inútil queda totalmente calcinado; así vuelven fecunda y buena la tierra del corazón y la del cuerpo. Trabajada con el arado de la disciplina y de la siembra de la palabra divina para producir frutos santos de buenas obras. Hay también bosques santos, la congregación de los santos que viven en las ciudades o en medio del mundo como en el interior de un bosque.

San Bernardo de Claraval. Sentencia 71. Tercera Serie