Nada echarás en falta si vives el amor fraterno.

Conocemos, efectivamente, tres venidas suyas: a los hombres, en los hombres y contra los hombres. Vino para todos os hombres sin condición alguna, pero no así en todos o contra todos. La primera y la tercera venidas son conocidas por ser manifiestas. Sobre la segunda, que es espiritual y latente, escucha al Señor lo que dice: El que me ama, cumplirá mi palabra; mi Padre lo amará, vendremos a él y en él haremos una morada. Dichoso aquel en quien haces tu morada, Señor Jesús.

¿Quién de entre ustedes, hermanos, desea preparar en su alma un trono para Cristo? Piense en las sedas, alfombras y almohadas que debe prepararle. Está escrito que la justicia y el derecho preparan su trono. La virtud de la justicia consiste en distribuir a cada cual lo que le corresponde. Por tanto, distribuye tú a tres lo que es de ellos.

Devuelve al superior, devuelve al inferior, devuelve al compañero lo que les debes. Entonces celebrarás convenientemente la venida de Cristo, preparándole en la justicia su trono. Devuelve, insisto, reverencia y obediencia al superior; la primera, en cuanto disposición de corazón; la segunda, como actitud externa. No basta obedecer exteriormente, Debemos enaltecer a nuestros superiores con el íntimo afecto del corazón

Y aunque conozcamos la vida reprochable de algún prelado y no hubiese posibilidad de disimulo ni de excusa, incluso entonces, por respeto a aquel de quien deriva toda autoridad, este otro que sí conocemos se hace acreedor de estima, no por unos méritos que no tiene, sino por deferencia al plan divino y a la misión que desempeña.

Igualmente, respecto a nuestros hermanos, con los que compartimos la vida, estamos obligados a prestar ayuda y consejo por un mismo derecho de fraternidad y de solidaridad humana. Incluso nosotros deseamos sus servicios: consejo que instruya nuestra ignorancia, y ayuda que sostenga nuestra debilidad. Quizá alguien de ustedes pensará: “¿Qué consejo puedo yo dar al hermano, si no se me permite ni musitar una palabra sin permiso? ¿Qué ayuda puedo ofrecer, cuando debo contar, hasta en lo más mínimo, con el superior?”

Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno. Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que le conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad. ¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas?

De este modo no le pones tropiezo y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de nada.

 

San Bernardo de Claraval. Sermón III en el Adviento del Señor