Alimenta su rebaño con estos tres frutos: su vida, su doctrina y su intercesión.

“Como les venía diciendo, San Benito no pensó que le había llegado el tiempo de la cosecha cuando sufría tan grandes tentaciones. Pero llegó el momento y dio fruto a su tiempo. Entre sus frutos encontramos aquéllos tres que indiqué anteriormente: su santidad, su justicia y su piedad. Los milagros confirman su santidad, la doctrina es signo de su piedad y su vida patentiza su justicia. Ahí tienes, jumento de Cristo, unos ramos de hojas verdes cuajados de flores y cargados de frutos. Apóyate en ellos y avanzarás con toda seguridad.

Pero ¿a qué fin te propongo sus milagros? ¿Para que también tú quieras realizarlos? En absoluto. Únicamente para que te apoyes en ellos, es decir, para que confíes y te alegres de tener un pastor tan magnífico y un patrono tan extraordinario. Si fue tan poderoso en la tierra, mucho más lo es en el cielo. A tanta plenitud de gracia corresponde una gloria sublime. De la vitalidad de las raíces depende la frondosidad de las ramas. Suele también decirse: si quieres saber cuántas raíces tiene un árbol, cuenta sus ramas. Por eso, aunque nosotros no hacemos milagros, nos gozamos muchísimo con los de nuestro patrono.

Su doctrina, en cambio, nos instruye y guía nuestros pasos por el camino de la paz. Y su integridad de vida nos infunde aliento y vigor, porque estamos seguros que sus enseñanzas son el reflejo de su vida, y eso nos impulsa a practicar generosamente lo que nos pide. El sermón más elocuente y eficaz es el propio ejemplo, pues el que practica lo que enseña convence de que es posible aquello que aconseja.

Así es como la santidad alienta, la piedad instruye y la justicia confirma. ¡Qué amor tan grande supone haber sido útil a sus coetáneos y preocuparse de sus sucesores! Este árbol no sólo dio fruto a los de su tiempo, sino que continúa creciendo y dando fruto. Ha sido muy amado de Dios y de los hombres. Porque cuando vivía estuvo colmado de bendiciones, como tantos otros que sólo fueron amados y conocidos de Dios. Y su recuerdo es para nosotros una fuente de gracias. Hoy mismo proclama de tres maneras su amor al Señor y alimenta su rebaño con estos tres frutos: su vida, su doctrina y su intercesión.

Carísimos míos, acudan sin cesar a ellos y fructifiquen también ustedes. Su único destino es caminar y dar fruto. ¿De dónde tienes que partir? De ustedes mismos. Lo dice la Escritura: Deja tu propia voluntad. También el Señor salió a sembrar su semilla. Fíjense: ahora habla de su semilla y antes habló de su fruto. Imitémosle hermanos. Ha venido únicamente para ser nuestro modelo y enseñarnos el camino.”

San Bernardo. En el nacimiento de San Benito.